jueves, 22 de mayo de 2014

CANCIÓN EFÍMERA.

Canción efímera.

Una noche más de lágrimas finas, sucumben en mi ánima de anhelo, empapándome sin tesón, y con intención de desgana.

Mojado salgo al horror del vicio, que incesante se apodera de mi voluntad. Extraño albores de nostalgia, mientras me nutro de alimento gatuno, lombrices calientes con sabor a centeno y un potingue hervido a la inglesa.

Observo el horizonte con ojos desolados, ya no miran el contenido, se conforman con las letras revueltas y apelotonadas, obstaculizando el alma y dejándolo sin vida en su propósito.
-Ay! pobres reaccionarios Dadaistas, Toneladas de letras inconclusas, que ahora pertenecen al mundano baño del progreso.


Mientras tanto, con una coraza me defiendo de éste, y me aliento por minutos con Borges y su retruécano juicio, debatiendo entre Hugo o Verlaine, Shakespeare o Cervantes. Y me hace pensar: ¡Al fin a salvo! Pero solo por minutos, y de nuevo me siento desdichado.

Entre tanto, por mi mente suena Debussy y su claro de luna, y recuerdo que ésta, sucumbe tarde hoy. El crepúsculo me avisa que se acaba la catástrofe, que incesante desencadenara otra entropía futura y malvada. Y a sabiendas de su tragedia, el alba me envolverá en su brecha de nuevo.

¡Oh!, caminante no hay camino, se hace camino al andar…

Gracias Antonio, más me vale mirar atrás, pues, sin esta lucida mirada, jamás sabría que nunca debo volverla a pisar.

Por eso brindo por el eterno retorno, su vitalidad y su superhombre. Que con cara de alemán, eres carne de mi carne, que no es otra que mediterránea. Y entre alma soñadora y descontenta con los “debutantes” me enseñas y no menos, a escribir la canción más bonita del mundo.

Dastin!