En primer lugar voy a dar
mi opinión sobre la actitud española que no es poca y sobre la inseguridad
española que no es menor. Mi motivación de este ensayo no es otra que
ejemplificar todo aquello que ocurre en nuestras narices y no somos capaces de
entender o comprender. Así que voy a dar mano dura a todo lo que creo haber
comprendido hasta ahora.
Como buenos conocedores, sabréis que si algo
caracteriza a la cultura española, esto es el sentimiento de envidia. Pero ésta
no es lo único negativo que nos caracteriza, si no el abanico de emociones que
subyacen de éste pecado capital. A raíz de éste, se puede comenzar a ahondar en
la medula espinal española, y con ello todos los problemas que emanan de ésta y
como se desarrollan y arraigan en nuestra conducta durante toda nuestra vida.
Es decir, si se nace español, se muere español. A no ser que emigres a tiempo.
Para entender que es la envidia y porque nos
caracteriza en primera instancia. Primero has de sentirla y ser esclavo de esta
(como todos los españoles hemos sido). Yo he sido y sigo siendo un mecenas de
la misma, pero poco a poco voy desaprendiendo a comportarme a juicio de esta y
con ello, intentar ser una persona más independiente de la misma. No
obstante, después de desaprender la conducta de la envidia, hay otro
sentimiento que la sigue. Este sentimiento es
el egoísmo u EGO, que también lo nombrare y hablare de éste más adelante.
Cuando se logra actuar sin el sentimiento de envidia el individuo tiene la
sensación de bienestar y de conciencia colectiva, pero más adelante se
enfrentara a una dura prueba que es el conocerse a sí mismo, para poder posteriormente
conocer y/o comprender a los demás.
Hasta aquí bien, pero se preguntaran ¿Por qué
somos envidiosos? O mejor aún ¿Por qué sentimos envidia? Esta sensación, como
es de obviar, entra dentro de la cultura española. Véase el mito de Caín. A
cultura española me refiero a las costumbres que hemos sido educados, además de receptores
de un aprendizaje que ha forjado nuestro desarrollo conductual y emocional.
Éste suele ser, durante la primera etapa de nuestra vida. Y si cabe, la más importante, ya que de ésta
evolucionara lo que somos y lo que seremos. Un buen ejemplo de este tipo de
aprendizaje, es la diferenciación cultural de España. Como la mayoría de
españoles saben, dependiendo de la zona geográfica que has nacido, se educara
con una idiosincrasia distinta, pero al fin y al cabo con la misma esencia, la
envidia de los otros. E incluso el odio de un mismo país, con gente de su
propia tierra. E incluso el odio de una misma región con gente de su misma
ciudad. Y ya puestos a decir, incluso con los vecinos y amigos. Y más aún en la
misma familia. Y más aún en la misma pareja. Si no somos capaces de solucionar
este odio/envidia como esperamos evolucionar como seres humanos civilizados. Se
da lo que uno recibe.
A modo de ejemplo: un niño que ha sido educado
con los valores más estrictos y disciplinados. Posteriormente en su adultez, es
muy probable que dichos valores los traspase a sus hijos, familia o colectivo
social. Puesto que esto ya es un hecho, imaginemos ahora que un individuo se
cría con unos valores de intolerancia,
desvaloración, desprecio, inseguridad, miedo, posesión, fracaso, recelo etc.
No es de extrañar la herencia que dejara a su entorno más cercano. Pues así
hemos sido criados la mayoría de los españoles. Y digo la mayoría por no decir
en su totalidad. Ya que existen familias donde se educa de forma distinta, con
otros valores o estilos educativos que en mi opinión son más correctos. Así
pues, los valores antes citados son los que más se aprecian en cualquier
familia española media, teniendo en cuenta la región o zona geográfica y en su
defecto familia en concreto (no quiero ser tan catastrofista).
Para ser más
preciso voy a describir típicas frases que en toda familia española se
sugieren:
En la vida infantil.
-
Mama, me voy a la calle a jugar con los amigos. Respuesta del tutor:
Dónde vas, con el frio que hace, a ver si te vas a resfriar, o lleva cuidado
con los desconocidos que te pueden secuestrar y sacar los órganos. Inseguridad y miedo.
-
Papa, me voy con pepito a su casa a jugar a la consola. R; no te
juntes con ese que su padre es un borracho y su madre una gandula. Desvaloración y desprecio.
-
Mama me quedo a casa de juan a comer mañana por la mañana. R: que has
comido? Que te han dado? Carne empanada y patatas mama, R: ya sabía yo que la
madre de juan no gastaría carne fresca en darle a mi niño, no vuelvas a ir a su
casa, que esa mujer es una rácana. Desprecio,
recelo y desvaloración.
En las relaciones
de pareja.
-
Cariño, me voy de cena de empresa con los compañeros de curro. R:
quien va? no ira el José ese que le gustan tanto las mujeres? Si va ese no
vayas, que seguro que te lleva por malos caminos. Además, y yo que hago, me vas
a dejar sola aquí! Inseguridad y
chantaje emocional, sentimiento de posesión.
Con los vecinos y
amigos.
-
Abuela porque la casa del vecino es más grande que la nuestra. R:
porque sabe chupar pollas mejor que otros, y por eso tiene más dinero. Envidia y desprestigio.
-
A que se dedica el vecino del 3ºD mama, creo que es doctor. R: si doctor,
una mierda de doctor, que me ha dicho la vecina del 1º que no sabe ni recetar
un jarabe para la tos. Desvaloración y
desprecio.
En la vida
adolescente y postadolescente.
-
Mama de mayor quiero ser carpintero. R: carpintero, que quieres ser un
fracasado toda tu vida. Pues entonces iré a la universidad y estudiare
historia. R: pero hijo que vas a estudiar historia si eso no vale para nada.
Bueno pues estudiare ingeniería. R: tu no vales para ser ingeniero hijo,
veremos a ver qué futuro te espera con tanta crisis. Fracaso, inseguridad, recelo.
-
Oye quedamos con Eva? Uf Eva, es más creída y estúpida, y encima se
pone relleno, además me han dicho que su familia es pobre y ella dice que es
rica. Recelo y desprecio.
En el trabajo:
-
Un trabajador medio en su puesto de trabajo: creo que me quieren
despedir. Que hijo de puta pepito que lo han ascendido, ya podrían haberme
ascendido a mí. Juanita no sabe hacer nada es una inútil, no sabe trabajar. Yo
soy mucho mejor (y la opinión de juanita es exactamente igual hacia pepita). desprecio.
En la universidad.
-
Que cabrona María que ha sacado
un sobresaliente, seguro que fue porque se camelo al profesor. Y a mí el cabrón
ese me ha puesto un 5, pero bueno no estudie nada, si hubiese estudiado más,
hubiese sacado matricula y más nota que ella. Yo soy mejor estudiante que ella,
pero no saco más nota porque no quiero, que si me pongo se iban a enterar. Recelo, arrogancia vana, pereza,
hipocresía, demagogia.
Los ejemplos antes expuestos, nos serán
familiares, ya sea a modo personal o a modo de oídas. Al margen de ser
estereotipados, cumplen bien con la función que me gustaría explicar.
Estos ejemplos son la base de
nuestro proceso educativo, son nuestras raíces emocionales, son nuestra medula.
Y parte de ellas, son la causa de nuestra frustración. Cuando nos criamos en un
ambiente en el cual priman los ejemplos antes citados, no es de obviar, que
heredemos un comportamiento catastrofista, inadaptado, aversivo, estereotipado,
prejuicioso y entre otros de envidia. Nos han hecho creer que somos parte de
esos ejemplos, y que tenemos que pensar así, ya que es lo normal. Pero puedo
asegurar de ante mano, que eso solo pasa en países como España, entre otros.
Tampoco quiero decir, que en otros países no pase, ya que estaría mintiendo,
pero sí que puedo asegurar que en menor medida. Sino simplemente hablar con los
chic@s de Erasmus que vienen a España, y os dará una idea de cómo funciona la
educación fuera de España.
¿Por qué la
envidia y el recelo, en vez del esfuerzo y la satisfacción?
Esta pregunta es la que llevo
planteándome durante algunos años atrás, y aunque aún no se la causa objetiva,
creo que he comprendido la causa subjetiva y es la que voy a explicar. A fin de
cuentas es; pereza, irresponsabilidad, infelicidad y contaminar.
En muchas ocasiones de nuestra
vida, somos conscientes de nuestras limitaciones momentáneas o concretas, y ese
sentimiento nos hace sentir mal. Así pues, cada vez que nos sentimos mal con
nosotros mismos, y con dichas limitaciones, podemos actuar de dos maneras. Una
de ellas es intentar solucionarlas y poner alternativas para mejorarlas, y superarlas.
Con la idea de volver a sentirnos bien con nosotros mismo. La otra es las que
solemos utilizar los españoles. Es decir, me siento limitado, en vez de
solucionar mi frustración voy a justificarla con alguien que este peor, mejor o
igual que yo. Me da igual quien sea,
amigo, familia, conocido, desconocido, me da igual. Voy a echarle la culpa de mis
males y de mis frustraciones a alguien (llámese presidente del gobierno,
partido político, jefe, amigo, vecino, tío, padre, profesor, corriente
ideológica, científico, etc.) a todo el mundo externo a mí, salvo a mí mismo.
Este es el cáncer del español, ceder las responsabilidades de uno mismo a
alguien externo a él. Con el fin de desprenderse de dicha limitación o
frustración aunque sea ilusoriamente o emocionalmente, dejando de lado la parte
más importante, que es superarla y solucionar el problema. La idea del español
medio es sentir la menor culpa posible en el menor tiempo posible. Aunque el
problema siga ahí, lo importante es no sentir culpa. Como si la culpa fuera una
enfermedad degenerativa incurable. A lo que se contrapone de lo que hace la
gente más civilizada. Que es, mejorar en cuanto al camino que hemos conseguido
avanzar. O lo que es lo mismo, aprender de nuestros errores y con ello evolucionar
a ser mejores personas, trabajadores, padres, madres, alumnos etc.
Otra ilusión que solemos tener
los españoles es la siguiente. Una vez que te evades de la responsabilidad
(llámese ira, frustración, cabrero, problema, culpa), se espera a que se pase
por sí sola, o que la solucione otro, pero no uno mismo. Esto es la actitud del
español medio. Tengo un problema, le echo la culpa a mi vecino, una vez que ya
dejo de tener el sentimiento de culpa, espero a que se solucione por sí mismo.
No pongo ningún método para que se solucione, y peor aún, no acepto mi equivoco
y reconozco que puedo cometer errores. Esto último, es la arrogancia vana
típica del español medio. Creer que se es mejor que cualquier persona, sin
necesidad de demostrarlo objetivamente. Y si encima nos demuestran que son
mejores que nosotros, no reconocerlo nunca jamás, y además desvalorar al
individuo o hacer parecer que no es para tanto su labor. Con el fin de bajar la
autoestima/autoconcepto del que es mejor que nosotros para que se sienta mal
consigo mismo, y así volverlo a limitar/frustrar para un futuro no muy lejano. Con
el fin de que no mejore o evolucione, y así, estar nosotros tranquilos. Todo
lo anterior puede resumirse como; ni cómo, ni dejo comer. Refrán muy popular en
España, y poco corriente en Europa.
Porque el español
medio suele ser un amargado.
Además de lo anterior, hay que
tener en cuenta otra característica. El español medio no disfruta de su vida,
si no, de lo que los demás opinen de ésta. Cuando un español medio se va de
viaje por vacaciones, no está pensando en disfrutar como es de esperar, si no
de terminar ese viaje y alardear de éste con su círculo social más cercano. Ya
sea a modo de fotos, experiencias o demás cinismo típico. Este fenómeno tiene
una explicación que al menos yo la veo clara. Cuando un individuo no es
consciente de sí mismo (presente, ahora), sino de un pasado (recuerdos,
experiencias vividas) o un futuro (que voy hacer dentro de X minutos, horas o
días, e incluso meses o años) no es posible disfrutar de nuestra vida. Solo con
la excepción de haberlo planeado previamente. Con esto quiero decir, que si uno
mismo no es consciente de lo que ocurre en este mismo instante, no es posible
que disfrute de su vida como tal. Ya sea una experiencia agradable o
desagradable, hay que ser consciente de esta para poder disfrutar de lo que se
llama vida. Y si no estáis de acuerdo, preguntarle a alguien de 3º edad, o a
nuestros padres, ¿que cambiarían en sus vidas? La idea es clara, o disfruto de
lo que hago día a día, o desperdicio mis días, esperando a hacer cosas que me
agraden más que mí día a día. Esto último, es lo que solemos hacer, esperar a hacer
cosas que sean más agradables que las que hacemos todos los días. Lo que
dejamos de lado es que la vida en una sucesión de experiencias, y cuando las
experiencias negativas se superpones a las positivas, la balanza de la
felicidad se decanta por la angustia, el sufrimiento y la amargura. Emociones
que como buenos humanos somos capaces de adaptar a nuestro estado anímico. Es
decir, el humano es capaz de pasar tanto sufrimiento, que se puede llegar a
creer que la vida es sufrimiento y angustia. Y cuando pasa algo agradable cree
que es porque ese día le ha tocado, pero que los demás seguirán igual que los
anteriores. No cree en que todo puede mejorar. Prefiere vivir de lo que ya fue,
en vez de lo que estoy haciendo. Que al fin y al cabo es la realidad.
¿Se podría decir
que el español medio tiene miedo de ser feliz?
Eso es lo que nos han enseñado y
por ello en algunos casos sí. ¿Por qué? ya sea por historia, cultura,
educación, pereza, nos han hecho creer que la vida es dura, amarga,
desagradable, y que si alguna vez es beneficiosa o buena para nosotros, es una
falacia, y que no nos habituemos. Porque vendrá alguien o algo a jodernos ese
momento. Ya sea con comentarios, opiniones, desvaloración, recelo, angustia,
experiencias catastrofistas, etc. La idea es joder, para estar seguros de
que nadie es feliz, ya que nosotros tampoco lo somos. Quede claro una cosa, la
vida no es dura, ni amarga, sino es como tú quieres que sea. Hay una moraleja
muy bonita que voy a escribir para
ejemplificar lo antes citado. ¿A quién envidia un mendigo? Pues a una persona
que tenga más riqueza. ¿Seguro? Pues no. A un mendigo que tenga una vivencia
más agradable. Esto es la esencia de lo anterior, no envidiamos a quien es muy
feliz o tiene más cosas (por ejemplo a un monje budista), si no a nuestro
vecino que tiene una vida más agradable. Y lo más penoso es que adoramos a
quien tiene una vida de lujo, como por ejemplo un cantante famoso, un
futbolista etc. Que ni siquiera saben quiénes somos, pero son ricos por
nosotros. Esta es la realidad hipócrita del neoespañolito, adoro a los que están
en la cima, y jodo a los que están en mí alrededor. O incluso ayudo al
desconocido, puesto que no sabe nada de mí, y jodo a mi vecino o amigo. Cuando
deberíamos de ayudar a los que estamos igual, o son más cercanos, para poder conseguir llegar a ser alguien como
los que adoramos. Esa es la idea del europeo, ayudo a mis vecino para que este
tenga una vida más agradable, y no lo jodo para que este peor que yo. Este es
el dilema que la gente extranjera no entiende de España. Y lamentablemente es
nuestro símbolo.
Segundo estadio
del español. Comienzo a ver el sol en
este cielo de nubes negras.
En este epígrafe explicare las posibles alternativas que observo, y aunque no son la panacea, ayudan.
A todo lo anterior es a lo que
llamo la envidia de España. Si recordáis bien el principio del ensayo, hablaba
de que cuando se trasciende por encima del sentimiento de envidia, se llega a
uno que tampoco es muy agradable. Este es el egoísmo. El egoísmo, es aquella
sensación que tenemos cuando todo lo bueno lo queremos para nosotros y lo malo
lo evitamos (y no lo desviamos hacia otros, si no sería envidia) cueste lo que
cueste. Es decir, intentamos atraer a nuestra vida todo lo que es confortable y
agradable, e intentamos evitar de algún modo todo lo que nos angustia o nos
hace sufrir. Esta etapa es a la que llegan muchas personas españolas. Ya sea gracias a la cultura, a una buena educación, a
un autodidactismo, a salirse del rebaño, a desarraigarse de los valores
tradicionales e inventar sus propios valores, a romper con las normas
preestablecidas, a vivir su propia vida, a ser independiente etc. He de
anticipar que puesto que no es la panacea, habitualmente las personas que están
es este estadio, son personas con gran cultura, gente humilde con conocimientos
amplios del mundo, con iniciativa, en general gente que ha entendido que la
vida no necesariamente es desagradable. Sino que existen alternativas, las cuales buscan y
logran.
El estadio del egoísmo, en
contraposición a lo que he dicho, es bueno, pero no es la panacea. Ya que nos
da la oportunidad de pensar en nosotros mismo de un modo interoceptivo. Cosa
que el estadio de envidia no nos dejaba, ya que perdíamos mucho tiempo en joder
a los demás. O en su defecto en aparentar algo que no nos creíamos ni nosotros
mismo. Ya en el estadio de egoísmo, al menos tenemos tiempo de pensar en sí
mismo como individuos del cosmos y como parte de una sociedad. Aquí empezamos a
desplazarnos tanto intelectualmente, como socialmente de los demás. Hemos
escalado en la montaña de la realización personal, y empezamos a tener la oportunidad
de mirar hacia atrás. Cosa que antes en el estadio de la envidia, no podíamos
hacer, puesto que todo nuestro círculo estaba en la misma manzana. Cuando el
individuo esta en esta postura, comienza a reflexionar todo aquello que antes
le preocupaba y a poner soluciones a todo aquello que antes le creaba angustia
y sufrimiento. Además, entiende que las personas son de un carácter distinto a
lo que ahora nosotros sentimos. Y por ello, muchas de ellas ya no consiguen
entendernos. Por otra parte, también comprendemos que todo aquel que no logra
entendernos o que ahora nos desvalora, es por el mal que está pasando (estadio
anterior) que si él quiere, llegara un momento, que comenzara a entenderlo todo
(como nos ha pasado a los que estamos en este estadio). O por lo contrario, se
quedara estancado en el mal de la envidia (como gran parte de los españoles).
En mi opinión una buena educación hace que un niño parta de este estadio, y se
desarrolle con mayor rapidez a una persona civilizada. Como por ejemplo los
europeos civilizados, claro ésta. Y muchos españoles que han tenido la suerte de
comenzar sus vidas por este estadio. En el cual no me incluyo, más bien, en el
de avanzar desde la envidia hasta éste.
El estadio del egoísmo, es pasajero y a su
vez selectivo. Comienzas a valorar el tiempo, las amistades, los trabajos, las
experiencias y comienzas a ser consciente de sí mismo. Desprecias lo que no te
beneficia y vas acercándote a todo lo que se puede sacar provecho. Este estadio
también se podría definir como absorción
de la esencia de la vida. Estas cogiendo de todo el prado, solo lo que es
bueno para uno mismo. Y además estas aprendiendo a desechar lo negativo, las
malas hierbas o lo que nos crea frustración. Con el fin de mejorar nuestra
existencia. Empiezas a saborear lo que se conoce como libertad. Comienzas a
tener iniciativa, comienzas a darte cuenta de que tiene capacidad de elección.
También, entiendes que no eres perfecto, que nos equivocamos, que tenemos
errores, pero la característica básica es que intentamos corregirlos y
mejorarlos. Se podría decir que entendemos que hay muchos senderos y cada uno
debe de ir eligiendo a cuál de estos quiere acercarse.
Cuando comentaba que el estadio de egoísmo es
pasajero, es a lo que platón describe en el mito de la caverna, cuando el
prisionero sale de ésta y ve el sol. Ya que le queda un largo camino para volver al estadio
de la envidia ( pero ahora reforzado de nuevos valores) para ayudar
a todos aquellos que quieran avanzar a un estadio superior y más satisfactorio.
Como no es para menos, los
estadios superiores no significan que nunca puedas dar un paso regresivo a un
estadio anterior. Ya que si vuelves a rodearte o dejarte influir por gente
negativa u amargada, en muchas ocasiones es posible que vuelvas a un estadio de
angustia, insatisfacción, incomprensión etc. Ya que si no eres consciente y no
eres capaz de gestionar las irregularidades de la vida y te dejas llevar por la
inercia de la opinión de los demás, es muy probable que todo lo que has
avanzado, no valga absolutamente para nada. Solo para recordarlo y volver a
alardear de algo que ahora no posees. Comportamiento típico de un español
medio.
Dastin.