¡Calma corazón, ten calma!
que la noche aún es larga
que la noche aún es larga
y el caballo
echo a volar,
Largo tiempo buscando
el mirlo blanco
Nos encontramos
la llanura,
Miedo a
proponernos encontrarlo
Trechos que
apostaban la vencida.
Pero Juntos
observamos el cielo, sorprendidos
fruncimos el
ceño y agachamos la mirada de nuevo.
Sucumbidos e
incomprendidos, ahogamos
Nuestro ser en
las aguas de la bahía.
Colibríes
audaces volaban al son de las nubes,
Pero nuestro
sueño aún quedaba lejano
Juntamos
nuestros pechos impolutos de cristal
Y rozamos el
vil y duro hielo de ambos
Pretendíamos
la unión pero la soberana ansia del amor
Desbordo
nuestra razón,
precipidados pues, a la humildad del alma y sus
Destierros,
Abracémonos dijo; hasta que el limbo nos absorba
Y a lo lejos
de la aurora,
acercábase la
luz del día
Mientras el
cristal se fundía,
y como
manantial crecía
los sollozos
de aquella lira
que ambos no comprendían.
El deshielo
auguraba en nuestros lechos de hombres
Y mientras se
iba acercando.
Creímos pues
que la alquimia era cierta
Y el manantial
se expandía sin razón y caos
A lo lejos,
brillaba como un reflejo celestial
El sol
destellaba sin cesar,
Y el horizonte
se percibía dichoso
¡Creímos encontrar
al mirlo blanco!
Nuestras
entrañas ya maduras
Consiguieron ver a Apolo,
Y mientras
éste se iba acercando.
A lo lejos
nuestros sueños seguían brillando,
Pero en la
copa de aquel lejano árbol
un mirlo negro
desahogo su cansancio,
Concienciando
así a sus héroes,
que no por mal
color
Regresa el
clero a su sacristía.
Deshonestos entiéndase
pues,
Que no era más lo que sentían,
Si no lo que querían,
y mientras del silencio obtuvo
lo que inevitable se encontrarían,
y mientras del silencio obtuvo
lo que inevitable se encontrarían,
confusos ya no veían
ni de lejos aquella bahía,
Dejando a un
lados pues,
Las estelas de
sus alegrías.
el mirlo blanco voló,
Dastin.