Sus lágrimas caían sin temor alguno
sin más arrullo
que la brisa
aconsejando sus
vanos pensamientos.
Solía decir;
“La verdad es
bonita, mientras no parezca mentira”
Pero la suya,
había penetrado en el averno.
Sus labios
empapados de carmín,
inexpertos y
temblorosos,
rendían un susurro
Ávidos de verborrea,
augurando a lo divino.
El devenir es
lejano, -decía-
y el vaivén de mi corazón
roza el martirio
del castigo.
Su dolor se hacía
más intenso,
ya a lo lejos, pudiéndose comparar
con la bóveda del firmamento.
Ya en sus
tinieblas entablo,
la paz que habita en su alma
Pues no era más
que rencor,
en el Hades de su ánima.
Dastin.
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