viernes, 17 de octubre de 2014

Mirémonos, la pasada noche.


Si todos los caminos dan miedo ¿Cuál es el tuyo? 

El mío es el devenir, la ola y su bruma, el agraz y la inquietud
El escondite maldito de no saber, el mirar de reojo, el notar timidez.
La puerta trasera de aquel bar, el horizonte donde no mirar, las calles con
muebles sucios y viejos, aquella sonrisa suspicaz.
Soy como la orquesta sin director, el oboe descarriado,
La trompeta mal afinada sin compás de dos por cuatro.
El molino antes de un huracán, viendo su destino, y sin poder hacer nada.
Soy el ciego ante un anticiclón.
Colibríes desorganizados, montañas bajo tierra, y mares que llueven.
Envidio a los animales, ellos son los privilegiados.
¡Malditos arboles perennes! extasiados de quietud y armonía, 
no quiero tu amor de invernadero; insípido.
La música suena en otra cadena:
en los chopos, con su otoño y primavera, que se renuevan, que mueren
y más tarde vuelven a nacer.
Yo soy el poliedro de tus angustias.
La muerte, es el miedo a no morir, a contar ovejas por las noches,
a echarle una foto al arte, a hablar y no decir nada, a mirar y que no sonrías.
Seremos como nubes de alma noble, sofistas de la realidad, titiriteros de la vida
y tremendos de lo extraño. Maquillaremos el miedo y le daremos la vuelta,
convirtiéndolo en ODEIM falsificado.
Somos la marca blanca, la barata, la que antes se acaba. Nos movemos al son de los concéntricos aros de una madera podrida y detestable, de mala calidad, que no vale ni para hacer fuego, que no es útil; pero flota, y sabe cómo atravesar los ríos.
Creo en el antes de un beso, en la mirada de celos, en la rabia prohibida, en la noche sin dueño, en la pasión sin amor, en el druida sin cura. Me apego a la desfachatez, al culto de lo informal, a la ironía de la vida, y al sin sentido de las cosas.
Somos la alquimia de lo moderno, los roedores del egoísmo, el credo de un ateo y la sonrisa de un niño antes de cumplir años.
Mirémonos nosotros, los sin rumbo y alabemos la suerte de creer que cualquier día podría ser mejor, pero no igual.
Somos los herederos de Calígula, y en su honor diremos, AMEN.

AMEN!


Dastim.

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